Desde «Only Fans» hasta el proxenetismo: La industria del terrorismo sexual.

Durante este mes de septiembre y particularmente en la semana contra la trata hemos trabajado y expuesto información sobre el negocio de la prostitución, información que permite comprender a grandes rasgos como funciona y a quienes apunta el sistema patriarcal cuando se nos habla de empoderamiento a través de la mercantilización e incluso sindicatos que promocionan la prostitución de mujeres. 

Este gran negocio de la industria sexual es una maquinaria que funciona en conjunto a todo un sistema que forma niñas en contraposición a los niños y sobre supuestas diferencias van moldeando a las niñas y mujeres que buscarán espacios creados para convencerlas de que su libertad está en la satisfacción de quienes poseen el poder en el sistema. Y para quienes no estén convencidas de ello, funcionarán entonces métodos como la trata y el secuestro, que son medios, medios con el mismo fin prostituyente que el mecanismo más nuevo del discurso de la «libre elección», porque al sistema no le importa si las niñas y mujeres lo hacen encadenadas, obligadas o con una sonrisa, si no simplemente que se haga, que ese mercado produzca. Es por ello que el banco mundial promueve la legalización de la prostitución en los países deudores, es por ello que en países que pretenden legalizar la explotación de mujeres a través del alquiler de vientres necesitan de pronto concebir leyes de aborto libre «por liberad», y hablando más puntualmente de Argentina, es por ello que en medio de una pandemia con una desocupación importantísima, el gobierno elige incluir «trabajo sexual en relación de dependencia» en un formulario laboral, y no tener tiempo para legalizar o trabajar sobre derechos como el aborto. Porque se trata de intenciones e intereses particulares, proyectos que van muchísimo más allá de lo que nos cuenta el discurso liberal autónomo en conjunto al mito de «la mujer que se construye a sí misma». 

En esta línea es sumamente importante poner todo esto en relación, entender que el trabajo que se hace desde el discurso que pretende fragmentar esa industria tiene una línea objetiva clara, un favor a los consumidores y a las grandes empresas que adaptándose a los contextos de los países más aptos se empeñan en ganar a costa de los cuerpos de las más vulnerables, aprovechándose de la feminización de la pobreza y la violencia estructural, abriendo una supuesta gama de opciones y colores a elegir con violencia cada vez más institucionalizada que apunta a mujeres cada vez más pequeñas. Esta fragmentación funciona a través del convencimiento sobre que los distintas prácticas y mecanismos de la venta e intercambio de capacidades sexoreproductivas obedecen a distintos espacios de la sociedad que no tienen relación, que funcionan de forma autónoma, ahistórica y sin conexión entre sí. Así por ejemplo amplían el mercado a través de integrar niñas en la venta de fotografías pornográficas, guíadas por medios y espacios supuestamente feministas, en seguimiento con discursos que reafirman una socialización femenina hipersexualizada y necesitada de aprobación erótica, y son esas mismas niñas las que más adelante guíadas por el hambre, la pobreza, o convencidas de «empoderarse» llegan a la marginalidad de las esquinas y el proxenetismo y a fin de cuentas, la venta de su propio consentimiento sexual y su derecho a decidir sin coacciones sobre su vida sexual sin coacciones (económicas o del tipo que sean).

La industria sexual, todo lo que ella conlleva (tanto medios como la trata o los discursos neoliberales como sus variados fines) no son «una gama de opciones individuales», es un negocio internacional con programas específicos que mueve millones de dolares a costa de los cuerpos de las mujeres y niñas. Y no es casual que las niñas sean a las primeras que apunten para captar e instaurar el famoso «empoderamiento», para que, pasados los 18 (las que tienen más suerte) «elijan» lo que el sistema ya designó para ellas, por nacer mujeres y estructuralmente subordinadas a un sistema capitalista, misógino y pedófilo, que hoy y sólo en argentina tiene desaparecidas a cientos de mujeres por redes de trata, con la complicidad del estado y de grupos «feministas» que tienen su enfoque puesto en repartir discursos prostituyentes en los secundarios del país. 

Con esta información, sobra entonces recalcar y concluir en que no es una gama, es un síntoma de una sociedad misógina, ginocida y pedófila. Como bien dijo alguna vez Sonia Sánchez (mujer feminista abolicionista y sobreviviente de prostitución) «vienen por nuestras hijas, nietas y bisnietas«. 

Texto. Nacha Isabel (@/Inmorada)

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