Nos quieren muertas, nos queremos vivas y libres

“Femicidio: asesinato de mujeres realizado por varones motivado por el desprecio, el odio, el placer o el sentido de propiedad de ellas” se leía en un cartel en Córdoba durante la marcha de Ni Una Menos (NUM) de 2015. A seis años de esa masiva convocatoria por las mujeres, NUM convocó para que el 17 de febrero de 2021 marchemos “por Úrsula y por todes” hacia los tribunales de todo el país. Aunque no es nuevo, el 8M de 2020, la misma agrupación aseguró: “Nosotres paramos”. ¿Qué nos hizo perder el rumbo? ¿Cuándo fue que “el feminismo” argentino se acercó tanto al “Nadie menos” que usaban los conservadores para desestimar nuestro grito de (in)justicia? 

Seis años pasaron y el Estado sigue siendo femicida. Los medios, la sociedad y los funcionarios fingen interpelar preguntándose qué es aquello que no funciona, por qué aún con un Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad seguimos asesinadas a manos de hombres con 18 denuncias en el bolsillo y gritos de auxilio en la garganta. Está claro que si esto fuese un problema masculino el Estado desplegaría sus brazos para velar por ellos, para condenar a quienes los someten; pero se trata de nosotras, ciudadanas de segunda empujadas ante el peligro de EXISTIR siendo MUJERES en una sociedad femicida. Las herramientas están, pero no les interesa usarlas, nos quieren muertas. Nosotras nunca les importamos tanto como decían. Nuestras hermanas asesinadas son un mensaje de los hombres, una amenaza de su necropolítica y un recordatorio del lugar al que nos orillan.

Talleres de “Nuevas masculinidades”, reuniones con dirigentes de agrupaciones procesadas por trata con fines de explotación sexual, líneas telefónicas para atender femicidas, un mail y un número de WhatsApp para recibir denuncias, bancos rojos, la omisión de la prostitución como violencia en el Plan Nacional contra las Violencias por Motivos de Género, la legalización del aborto para personas gestantes; esas fueron las medidas tomadas en el primer año de gestión para frenar la violencia hacia las mujeres. Si notan que falta algo es porque borraron a las mujeres, ¡borraron hasta el término “violencia de género” y nadie dijo nada!

“¿Por qué tantas feministas saben tan poco de feminismo? ¿Por qué tantas mujeres no conocen ni reconocen la historia de la que provienen entregándole la palabra a gente que no ha estudiado ni profundizado en el feminismo y que no sabe nada de él?” se preguntaba sabiamente Margarita Pisano en El triunfo de la masculinidad. No tiene sentido dejar la vida y el bienestar de las mujeres en manos de partidos políticos que no tienen idea de feminismo. Sin embargo, fue lo que sucedió: ¿estás en contra de los femicidios y a favor del aborto pero no tenés idea de cómo funciona el patriarcado, su historia, nuestro lugar en él y qué podríamos hacer? ¡Feminista! 

Es un insulto a nuestras ancestras que cualquiera pueda hablar de feminismo cuando ellas dedicaron sus vidas enteras a entender la sociedad femicida en la que vivimos y a dilucidar alguna salida. Como todos y todas nacemos y crecemos en el patriarcado, ¿somos las mujeres las que tenemos que invertir tiempo y energía en solucionar las violencias ejercidas por los varones? ¿Somos las mujeres las que tenemos que educarlos como si fueran niños? ¿El feminismo existe para educar varones o para liberar mujeres?

Cometimos el error de creer que podíamos militar sin miedo, sin bronca y sin impotencia. Nos equivocamos al interpretar la masividad como una señal de cambio, fue una colonización de la lucha feminista. El espacio público y el sentido común les pertenece a quienes tienen el poder de establecer la hegemonía: los varones. ¿El objetivo del feminismo es formar parte de su sistema mediocre y necrofílico? ¿Por qué? Ni siquiera a ellos les interesa que formemos parte de él: siguen en los puestos más altos de poder en todos los ámbitos y son las personas más ricas del mundo. Tienen el poder de cambiarlo todo y ELIGEN no hacerlo, no nos engañemos más. No son tontos, no carecen de información ni necesitan que les expliquemos qué están haciendo mal: lo saben y están cómodos en su posición de poder.

¿Identificarnos fuera del binarismo realmente sirve para señalar el daño que este produce? ¿Hay alguien que pueda estar de acuerdo con los estereotipos de género que le asignaron el nacer? ¿No estar de acuerdo te salva del trato violento de la sociedad misógina? ¿Identificarnos no binaries nos salvaría de la violencia que sufrimos de parte de quienes nacen con cuerpo sexuado de varón y que aprenden que su interacción con el resto es a través de la violencia? La autopercepción (individuo) no elimina la cultura (colectivo).

A seis años de Ni Una Menos, los varones nos siguen matando porque quieren y pueden, porque un sistema los acoge antes y después de hacerlo, porque las instituciones los amparan y porque sus pares hacen caso omiso ante la violencia que dicen repudiar. Mientras, nuestra lucha se rige por esquivarle a este destino que nos propusieron: ser asesinadas, violentadas, abusadas, golpeadas en manos de quienes dicen respetarnos y amarnos.

El acto de amor más grande es dedicarle la vida a la liberación de las mujeres. Dedicar nuestra vida a nosotras mismas, a construir la identidad que nos robaron llenándonos de expectativas y exigencias, a reconocernos en la libertad de relacionarnos sin jerarquías de poder de por medio. Otra organización social es posible, seamos lo suficientemente revolucionarias como para elegir construirla juntas.

Texto por Maira Haunau (@/mairareflexiona), Sofía Miguez (@/noialunar) y Nacha Isabel (@/Inmorada)

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